jueves, 22 de julio de 2010

Continente.




Mientras me tomo mi té con canela, debato si es preciso hacerlo o no, y quizás lo sea, o talvés no, pero claramente (más allá de que si es lamentable o no) existe la opción de elegir y eso lo hace un poquito más divertido todo.
Era algo a lo que sentía no deber haber ido, pero no sabía por qué estaba ahí, con esa gente, con gente que conozco muy bien y otra que desearía no conocerlas nunca, como todo tema así... era confuso, pero también si entramos a los detalles eran claros y estaban sobre mi, una polera blanca, una falda de colores, lo demás eran accesorios, mi pelo estaba suelto y lo acompañaba una flor, me sentía linda, libre, bailaba como nunca y sentía que los demás ya no me importaban más.
No sé si quiero comenzar a recordarlo a él en seguida o esperar contando otros detalles, quizás empiece ahora.
No lo describiré físicamente, pero en todo ese momento me hizo sentir importante, cuidada, bonita, única, ESPECIAL. Se sentía tan real, sé que no me hacía recordar a nadie por el hecho de sentirme así, lo reconocía, me lo preguntaba alguién con experiencia, yo respondía que no recordaba a nadie sinceramente y que a él no precisaba recordarlo porque lo tenía al frente, estaba con él.
A él no le importaba mi pasado, hasta ese entonces presente, aunque sí lo sabía todo, era como que dejaba el pasado atrás facilmente, recordándolo pero sólo por respeto a no borrar algo que ya está, era algo que te hace aprender, no pedir perdón. Quiero recordarlo así, por mucho tiempo, simplemente quiero que estés ahí, como pasado, como presente o como futuro, que se quede en mi retina como varias cosas que no he olvidado, que esté ahí, su nombre, su pelo, su color de piel, sus manos, su rostro, sus ojos, todo.
Le puse punto para que se quedara ahí, para que no escapara, para que estuviese ahí dentro, siempre.